• No todo es fácil de digerir. Hay que abrir los ojos y oídos y permitir una lenta digestión visual y auditiva. Desde el inicio, la distribución del espacio le dice a uno que la coreógrafa piensa en grande. Al igual que Frida, Adriana Quinto necesita crear, comunicar, nunca encerrarse en sí misma. Las voces de la cantaora Silvia Basurto, se alterna con la voz romántica de Perla Alarcón. Las mojigangas de los carnavales bailan con el tradicional traje de la China Poblana, las danzas tradicionales anteceden al paso de una Frida en su traje de varón híbrido, o a la usanza de las tehuanas que tanto vistió la Frida rota, la enamorada, la apasionada.

    Brenda Moreno merece mención aparte. Los alcatraces le sirven para recrear la obra de Diego Rivera. Bella y longilinea, Brenda da el tono, emerge fina, etérea. Dota de vida la quietud.

    Ecléctica, Adriana Quinto avanza calzada de una técnica que delata su entrenamiento diverso también. Sólida y recia, Quinto salta, gira y dramatiza armada de las técnicas que la formaron: técnica Francis y con lo mejor de la Escuela Alemana. Lo de ella es la presencia. La obra, sin embargo, resulta dispareja por momentos, calzada de atrevimiento o descalza de miedos la veracruzana crea un espectáculo satisfactorio por secciones, sin alcanzar unidad real. Dicho de manera distinta: la puesta en escena no siempre logra la tan ansiada “otra vuelta de tuerca”.

    Tal vez tanta agitación estética, por así decirlo, pueda producir emociones encontradas: la voz de Agustín Lara coexiste con las voces en vivo; las guitarras con la danza clásica de Brenda Moreno (y alcatraces) el folclore con un breve texto teatralizado y en medio de todo eso, cómo un ojo fijo, la pasión.

    Empero, Frida se evidenció como una de las realizaciones más atractivas y solventes que se hayan visto en los últimos tiempos en las costas jaliciences. El éxito o el aplauso (qué dicho sea de paso fue sólido y prolongado) no es lo más relevante. Lo importante es explorar, enfrascarse en la investigación. No atenerse a clichés ni recetas salvadoras. Esgrimir la osadía y el riesgo, el examen crítico, así como la búsqueda de formas no convencionales. Todo eso la coloca en una posición privilegiada entre los coreógrafos del Estado y del País. Tanto cómo el aplauso, su tarea merece un respaldo abierto y vigoroso.